El día de la prospección, el zahorí debe sentirse con plenas facultades físicas y mentales, vestir con tejidos naturales y comprobar que hay buena climatología.

Empieza observando los indicios que la propia naturaleza ofrece: relieve y vegetación. A continuación, sujeta su instrumento.

En campo abierto, las varillas en «Y» son una buena opción, pues son poco afectadas por el viento.

Sujeta las varillas en «Y» con ambas manos, manteniendo la tensión. Es un equilibrio inestable que reacciona con facilidad ante estímulos externos.

Avanza en línea recta con la mente puesta en el agua. En el momento que las varillas apuntan hacia abajo ha encontrado un flujo de agua subterránea.

En terrenos de cultivo, suele situar el pozo donde se cruzan varias corrientes subterráneas.

En parcelas de edificación, el agua subterránea es considerada una geopatía, allí mejor no construir una casa.

El zahorí sostiene la cuerda entre los dedos índice y pulgar. La posición neutra puede ser en descanso u oscilante.

Camina en línea recta con la mente puesta en el agua. La respuesta puede ser un giro (en el sentido de las agujas del reloj o bien el contrario) o también un cambio en el eje de oscilación. En este momento se ha encontrado el agua.

El zahorí sujeta con suavidad el brazo más corto de las varillas en «L» (de unos 10 cm). El brazo más largo (de unos 30 cm) es el que proporciona la respuesta. Se sujetan de manera paralela entre sí.

Camina en línea recta imaginándose un flujo de agua, en el momento que se cruzan las varillas marca el lugar en el suelo: ha encontrado el apreciado líquido.

Hoy en día, los geobiólogos utilizamos la misma técnica para encontrar agua subterránea, en combinación con instrumental técnico de exploración.

Las desviaciones de la radiactividad terrestre natural y las desviaciones del campo magnético terrestre permiten localizar la presencia del líquido en el subsuelo. También pueden utilizarse georadares o la medición de la resistividad del terreno.